En este caso, el mal cálculo de la instalación de riego hizo que estos aspersores estuviesen regando a una presión de 5 bares, cuando deberían de hacerlo a un presión de 3-3.5 bares. Esto daba lugar a una alta nebulización del chorro de agua, es decir, la gotas de agua se hacían tan pequeñas que eran fácilmente desplazadas por la mínima corriente de viento que se levantase.
Además la zona donde estaba situado este césped tenia la particularidad de estar enclavado en un lugar con importantes rachas de viento, lo que daba lugar a que el desplazamiento del agua por parte del viento, regara los alrededores del césped como bien puede verse en la fotografía.
El desperdicio de agua era notable. Como solucción a este problema, habría que poner al principio de la instalación un regulador de presión que permitiese a los aspersores funcionar la presión correcta de 3 o 3.5 bares. Por otro lado, como medida de acompañamiento, era bastante recomendable instalar un sensor de viento, que comunicado con el programador, no activase el riego en los momentos en que se levantasen rachas fuertes de aire.