Cuando un instalador calcula un sistema de riego, lo que hace es aprovechar toda la presión existente de la acometida de agua para que los emisores rieguen conjuntamente en el menor número de fases  o sectores posibles.

    Si la agrupacion de los emisores de riego en los diferentes sectores no es el adecuado, estos funcionarán a una presión incorrecta lo que dará lugar a una mala cobertura de riego. Es decir, si ponemos más emisores de los necesarios en un sector, éste regará con una presión demasiado baja, y al revés, si ponemos menos emisores de los necesarios en un sector, estos regarán con un presión demasiado alta. 

    El cálculo tiene que ser exhaustivo y esto requiere que el instalador sea un profesional muy competente.  Cada emisor de riego, tiene una presión óptima de funcionamiento. Si en los aspersores convencionales es de 3 a 3.5 bares, en el caso del difusor de chorro lineal de la fotografía es de 2.8 bares. En este caso el manómetro indica una  presión  de 2.9 bares, es decir se trata de una instalación muy bien calculada.

    La "prueba de fuego" para saber si realmente los emisores de riego funcionan a la presión correcta una vez finalizada la instalación, consiste en utilizar una serie de manómetros especiales que se acoplan a los emisores en funcionamiento. Para que se hagan una idea del grado de profesionalización del riego residencial en este país, cuando traté de conseguir estos mánometros, no existía ninguno en España y me los tuvieron que traer desde Estados Unidos.